Construimos nuestra casa sobre arena y ésta; cuando vino la tormenta… se derrumbó
Construimos nuestra casa sobre arena y ésta; cuando vino la tormenta… se derrumbó
Comparto mi testimonio de restauración como muestra de agradecimiento a JSMF por ser el instrumento que Jesús y María Santísima usaron en la restauración de mi matrimonio y familia.
Providencialmente, llegué a esta bendita página a principios de enero de 2012 buscando con desesperación una “oración de restauración matrimonial”; luego de confirmar que mi esposo estaba saliendo con otra mujer. Lo maravilloso fue que no solo encontré la oración que necesitaba, también encontré muchas respuestas a tantos ¿por qué? que invadían mi cabeza y corazón; pero lo más importante, encontré el camino a seguir para enfrentar lo que sería una larga batalla espiritual por la restauración de mi matrimonio. Leer tantos testimonios me fortaleció, no podía darme por vencida, aunque a veces quisiera, simplemente no podía. Aprendí como el enemigo actúa en los casos de adulterio, me sorprendió comprobar que la mayoría eran muy similares al mío, me di cuenta que el enemigo “es muy efectivo pero poco creativo”. Sometí mi voluntad a la Voluntad de Dios; leyendo la Palabra, escuchando prédicas y alabando constantemente aún entre dolor y las lágrimas.
Tomé la decisión de no escuchar al mundo, no le conté a nadie de esta situación, ni a familiares, ni a ninguna amiga, ni a nadie; dejé de escuchar música secular o leer mensajes de psicólogos modernos que te sugieren “consejos bien intencionados” pero cuyo fin es la separación y el divorcio. Confié en la intercesión amorosa de María Santísima mediante el rezo diario del Santo Rosario, visitaba a Jesús Sacramentado siempre que el agobio, cansancio y ganas de tirar todo por la borda asomaban a mi alma. La intercesión de San Judas Tadeo también fue muy valiosa en este proceso. Para mi restauración fue clave: no meter mis manos en nada; a pesar de las humillaciones, provocaciones y descaros que fueron muchos y que se hacían más notorios en la medida en que más oraba; nunca me comuniqué con esta mujer para insultarla, amenazarla o humillarla; a pesar que tenía los medios y según el mundo, el derecho para hacerlo.
Permití que Dios actuara a su tiempo y en Su forma; pero principalmente aprendí que no sólo mi esposo en adulterio era un pródigo, yo también; ambos cometimos el grave error de dejar a Jesús y María fuera de nuestro matrimonio por mucho tiempo, prácticamente desde nuestro noviazgo, como se dice popularmente empezamos con “el pie izquierdo”. A pesar de que nos casamos por la Iglesia, construimos nuestra casa sobre arena y ésta; cuando vino la tormenta… se derrumbó. Cuando esto ocurrió teníamos 17 años de casados y nuestros hijos 16, 14, 11 y 8 años de edad. Mi esposo tenía un buen trabajo, el mejor en los últimos años, habíamos logrado estabilidad económica; en general, estábamos bien, no había mayores preocupaciones; aunque su puesto requería que estuviera fuera de casa mucho tiempo, a mi criterio esto no representaba un problema; ya que por ser un trabajo tan “bueno” ameritaba el sacrificio.
En el último trimestre del año 2011 noté que su carácter estaba continuamente alterado, se mantenía molesto, como enojado; lo atribuí a que estaba por cumplir los 40 años de edad y pensé que se debía precisamente a la famosa “crisis de los 40”; luego, empecé a notar que el dinero cada vez alcanzaba para menos; esa fue otra señal. Finalmente, confirmé a través de las redes sociales una mentira acerca de un viaje que supuestamente era de trabajo y en realidad no era así… ese fue el inicio de mi calvario; ya que, lo lógico al saberse descubierto era que se sintiera mal, se arrepintiera, me pidiera perdón y buscáramos ayuda, pero de eso… ¡¡NADA!! Fue todo lo contrario, se empezó a comportar de una manera descarada, llegando al cinismo, ya no se molestaba en mentir y si lo hacía era por su propia conveniencia para evitarse reclamos de mi parte, me humilló cuanto pudo, me dijo las palabras más crueles que he recibido en la vida, me dijo que amaba a la otra mujer, que por mí ya solo sentía cariño y que lo dejara ser feliz.
Nuestro hogar era como una cárcel para él y lo más devastador, fue un día que me entregó una prueba de embarazo positiva de esta muchacha, que dicho sea de paso, tiene 14 años menos que él… ¿había solución para todo esto? ¿Dónde? ¿Quién podía ayudarme? De un día a otro pasé de, según yo, tener un matrimonio sólido de 17 años a ver ruinas por todos lados. ¡Enloquecí! Me sentía devaluada, humillada, engañada, sin dignidad; solo quien ha pasado por algo así puede entender el profundo dolor; incluso físico, que provoca la traición y más cuando uno ha cometido el grave pecado de idolatría; al otorgarle al esposo el lugar que solo a Dios le corresponde, el primer lugar, como fue en mi caso. Mi esposo no llegó a tomar la decisión de marcharse de casa; aunque la insistencia de esta persona era grande y constantemente él amenazaba con irse y decía que cuando eso sucediera ni mis hijos, ni yo volveríamos a saber nada de él; bendito Dios nunca llegó a concretarlo.
Sin embargo, al permanecer en casa, yo me daba cuenta de todo; en qué momento hablaban, leía los mensajes que se enviaban, fotos que se compartían, tenía acceso a ver facturas de los regalos que le compraba, etc. Esta muchacha era compañera en su trabajo, lo que implicaba que se veían a diario, compartían algún tiempo de comida y quizás algo más… para mí era muy doloroso, no paraba de llorar todo el día, no comía, no dormía, en menos de tres meses pesaba 30 libras menos, estaba muriendo en vida o mejor dicho me estaba dejando morir… Así, viviendo casi en automático fueron pasando los días y los meses, yo seguía orando y acatando los pasos de restauración propuestos en JSMF; al cabo de nueve meses empecé a ver la respuesta del Señor; mi esposo empezó a sentir la necesidad imperiosa de confesarse, situación que disgustó sobremanera a esta mujer, llegando al punto de amenazar que si se confesaba iba a pagar las consecuencias y así fue… pagó la consecuencias benditas de ponerse a cuentas con Dios, después de esa confesión; a los meses, aceptó ir a un Retiro para Matrimonios, el 28 de octubre, día de San Judas Tadeo… ¿coincidencia? Yo no lo creo, para mí fue la confirmación que San Juditas intercedió como patrono de las causas imposibles y llevó mis plegarias al Padre.}
En ese retiro, el Espíritu Santo lo tocó fuertemente, llegó nuestro día “D”!!! renovó nuestras fuerzas; ya que si bien es cierto uno se desgasta muchísimo en esta lucha, el cónyuge que vive en el pecado se desgasta y sufre también; obvio que eso el enemigo lo oculta de nuestros ojos y por el contrario, nos hace creer que para ellos todo es gozo, dicha y felicidad; pero no es así. Después de cinco años de restauración, el Señor como lo dice su promesa, nos restituyó todo lo que nos había sido robado. Mi esposo es un hombre totalmente renovado, un hombre de oración, de rezo diario del Santo Rosario, de visita al Santísimo, de confesión frecuente, de Eucaristía; ahora él todo lo ofrece por la sanación de las heridas de mi corazón, esto no es magia es todo un proceso, pero ha tenido la paciencia de soportar mis altibajos… de qué más se trata el matrimonio sino de eso!! De estar en las buenas y en las malas. Ingresó a la universidad a estudiar Teología, ya terminó un diplomado y ahora va por la licenciatura; hace cinco años atrás esto hubiera sido impensable para mí… Increíble!!! Y qué decir de nuestros hijos… ellos dicen que somos su ejemplo, que vieron que el amor verdadero sí existe y que la única forma de encontrarlo es de la mano de Jesús y María, eso nos llena de alegría y gozo, sobre todo considerando que tanto mi esposo como yo venimos de familias desintegradas y golpeadas por el divorcio.
La lucha no es solo por la pareja, es por toda la familia, por los hijos; inclusive por los nietos que aún no conocemos. Hoy, tenemos la certeza que ellos saben a quién recurrir cuando los problemas se presenten en sus futuras familias. Una vez leí que alguien escribió: “Bendito adulterio que me llevó a los pies de mi Señor” en aquel momento, yo no podía creer que algún día sería capaz de agradecer la dolorosa situación por la que pasamos, era una locura; pero ahora, estoy totalmente de acuerdo con la persona que escribió ese mensaje. Solo Dios puede sacar bueno de lo malo, solo Dios puede hacer todas las cosas nuevas; incluso aquello que en su momento lo vemos como una verdadera desgracia. Tenemos que ser esforzados y valientes para conseguir la corona de la Victoria en Cristo Jesús, para Él nada es imposible! Por último, los animo hermanos a seguir luchando porque si Jesús Salvó Mi Familia, es un hecho que quiere salvar la tuya también. ¡¡Ánimo y Bendiciones!!! Que sí se puede.
Fin de la conversación