Valores de Jesús Salva Mi Familia
En Jesús Salva Mi Familia, nos inspiramos en las Bienaventuranzas para vivir una Fe que transforma y une. A través de estos valores, buscamos ser un faro de esperanza en el camino hacia la sanación, conversión y restauración personal, familiar y matrimonial de la mano de Jesús, la Santísima Virgen María y San José.
1. Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
En Jesús Salva Mi Familia, confiamos con Fe sincera en la providencia de Dios, que nos envuelve con su amor y poder sanador. Nos entregamos a su voluntad con el corazón abierto, dispuestos a iniciar un camino de conversión donde el Espíritu Santo transforme nuestras vidas. Solo a través de esta transformación podemos amar con un amor desinteresado, que no busca recompensa, capaz de perdonar y ver a nuestros cónyuges con ojos de misericordia. Ofrecemos nuestro dolor como una plegaria viva a Jesús, como Él nos invita en Mateo 11, 28-30:
“Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.”
En esta promesa hallamos nuestra fuerza y paz, buscando ser un reflejo de su amor en cada paso de nuestra misión.
2. Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra.
En Jesús Salva Mi Familia, somos una familia de hermanos, unidos en el amor que nace de Cristo. Nos acogemos mutuamente en nuestras fragilidades, compartiendo el peso del dolor con un corazón lleno de empatía por quienes sufren crisis o rupturas en sus familias. Algunos miembros que han caminado más tiempo en el ministerio, han elegido voluntariamente poner al servicio de los demás todo lo que han recibido, dedicándose a trabajar por la unidad de las familias. Sabemos que el centro de nuestra vida es Jesús, el Señor de la paz y la reconciliación, y vivimos nuestra mansedumbre como un llamado a ser pacificadores, construyendo puentes de reconciliación en nuestras familias y comunidades. En cada abrazo fraterno, en cada oración compartida, trabajamos para que cada corazón encuentre en Jesús el reposo prometido a los mansos.
3. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
En Jesús Salva Mi Familia, nuestros corazones, arraigados en la Fe, llevan una palabra de esperanza a quienes sufren por la desunión de sus familias. A pesar de nuestras propias caídas y errores, buscamos la pureza de un corazón renovado a través de la oración y los sacramentos. En esta búsqueda, encontramos consuelo y fortaleza, como dice 2 Corintios 1, 3-4:
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de toda consolación, que nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que nosotros podamos consolar a los que están en cualquier tribulación, con la consolación con que nosotros somos consolados por Dios.”
Con esta fortaleza, nos convertimos en faros de esperanza, ofreciendo aliento a quienes atraviesan el dolor, compartiendo con ellos el consuelo que de Dios hemos recibido, y extendiendo su paz a cada alma en busca de alivio.
4. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
Nos esforzamos por vivir plenamente en un espíritu de oración, fortalecidos por los sacramentos que nos impulsan en la batalla. Mantenemos una profunda fidelidad a las enseñanzas de la Iglesia, acogiendo sus directrices. Este anhelo de justicia nos guía en nuestra misión de restaurar hogares y familias, siempre impulsados por el amor y la gracia de nuestro Señor Jesucristo.
5. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Vivimos la misericordia como un valor fundamental, ofreciendo un amor incondicional y compasivo hacia los demás. Nuestra labor se basa en la comprensión y el apoyo mutuo, reconociendo que en el dolor y en la lucha, la misericordia de Dios se manifiesta y se comparte.
6. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Reconocemos nuestra fragilidad, nuestras caídas y miserias, pero con el corazón abierto, clamamos a Dios que renueve en nosotros un espíritu recto. En la fragancia de la gracia divina, transformamos cada esfuerzo en una expresión de su amor eterno, iluminando el sendero hacia el bien.
Como lo pedimos en el Salmo 51, 10: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí.”
Así, en nuestra búsqueda de pureza, queremos ser faros de luz y esperanza, reflejando su gracia en cada acción. Con humildad, imploramos que Dios nos conceda un corazón sincero, que en nuestra debilidad encontremos la fortaleza para servirle y guiar a otros en su camino hacia su amor.
7. Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Buscamos ser constructores de paz en nuestras familias y comunidades, fomentando la reconciliación y la unidad. Nuestra labor se basa en la Fe en Dios y en la esperanza de que su gracia puede transformar cualquier situación conflictiva en una oportunidad para crecer en amor y paz.
8. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
En un mundo donde los valores se han desvanecido y el matrimonio es visto como algo efímero, nos enfrentamos en un escenario de confusión y desvío. El divorcio y lo pasajero prevalecen, mientras las ideologías contrarias al matrimonio y a la vida se expanden a nuestro alrededor.
En medio de esta tormenta de desolación, nuestra misión de acompañar el dolor ajeno se eleva como una llama de esperanza. No somos nosotros quienes restauramos matrimonios y familias, sino que es Dios, en su infinita bondad, quien lleva a cabo esta obra sublime de sanación y restauración.
Como nos enseña 2 Corintios 1, 4: “Él nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, con el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios.”
A través de nuestra misión, llevamos a las personas a los brazos amorosos de Dios, confiando en que su poder divino transforma corazones y renueva el amor perdido. Nuestra misión es ser canales de su gracia, ofreciendo consuelo en medio del sufrimiento y guiando a todos hacia la reconciliación.