Intercesión y Batalla Espiritual
En este segundo paso de restauración matrimonial, estamos aprendiendo a confiar en lo que Dios hará en ti y en tu cónyuge, sabiendo que la verdadera transformación comienza con nuestra conversión personal. Cuando comprendemos el primer paso, que es nuestra restauración y conversión con Dios, aprender a interceder nos guía por un camino de amor y entrega a Jesús.
Dios te dio una vocación matrimonial en la que tu oración es esencial. La oración del esposo o la esposa, en unidad con Jesús, libra una batalla espiritual para rescatar tu sacramento y la misión que te fue encomendada en tu hogar: velar por la salvación de tu familia.
Recuerda que quien más ama tu matrimonio es Dios Padre, quien los creó y les entregó a Jesús en el sacramento matrimonial. Esta alianza única y verdadera se manifiesta en el amor del Espíritu Santo en sus corazones. Por ello, Dios es el principal interesado en restaurar tu matrimonio, y Él necesita de tu disposición, paciencia, entrega y lucha. Si aún no tienes el sacramento matrimonial, tu oración de petición es igualmente válida, y Dios puede concederla según Su voluntad divina.
¿Qué es la oración de intercesión?
La oración de intercesión se encuentra en la Palabra de Dios. San Pablo nos invita a interceder por todos, sin distinción de personas:
“Ante todo recomiendo que se hagan peticiones, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos, sin distinción de personas; por los jefes de estado y todos los gobernantes, para que podamos llevar una vida tranquila y en paz, con toda piedad y dignidad. Esto es bueno y agrada a Dios, nuestro Salvador, pues Él quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.” (1 Timoteo 2,1-4)
Soltar al cónyuge en oración
Si sientes una angustiosa necesidad de hacer algo para recuperar tu matrimonio en medio de esta crisis, lo mejor que puedes hacer es entregarlo a Dios en oración. Soltar en Sus manos lo que no puedes controlar permite que tu oración transforme las circunstancias que vives, brindándote paz, fe y esperanza. La intercesión, al mismo tiempo, ayuda a fortalecer tu propia fe y la de tu cónyuge.
¿Dios escuchará tu oración?
Sí, definitivamente Dios escucha todas nuestras oraciones. Pero para que nuestra oración de intercesión sea eficaz, debe ser desinteresada y alineada con la voluntad de Dios. Debemos orar con el corazón, pidiendo por el bienestar y la conversión de nuestro cónyuge, sin desear el mal. Como nos enseña Jesús:
“Dios es amor, y el que permanece en el amor, permanece en Dios y Dios en él.” (1 Juan 4,16)
Esta oración requiere de un trabajo interior, de sanar las heridas con el perdón y el reconocimiento de nuestros propios errores, pidiendo a Dios que nos ilumine a través de Su Espíritu Santo.
Interceder por todos
También debemos encomendar en nuestras oraciones a aquellas personas que han dificultado nuestra reconciliación matrimonial, como familiares, amigos e incluso otras personas que puedan haber influido en la crisis. Que nuestras oraciones sean sinceras, llenas de perdón y bendiciones, porque Dios ve el corazón, y permite que nuestras oraciones nos fortalezcan y nos guíen en la restauración, llenándonos de paz a pesar de las pruebas.
Confiar en la misericordia y el tiempo de Dios
Dios sabe lo que nos conviene y nos prepara para Su tiempo perfecto, para cumplir Su plan divino. Él tiene el control de todo y nos dará lo que necesitemos en Su tiempo, para la salvación de nosotros y nuestras familias. Por eso debemos agradecer que Su amor y misericordia alcanzarán nuestras familias de muchas maneras, cuando Él lo disponga.
“El Señor está cerca de los quebrantados de corazón y salva a los de espíritu abatido.” (Salmo 34,18)
Este versículo nos recuerda que en nuestras luchas, Dios está cerca de nosotros, listos para sanar nuestros corazones heridos y darnos fortaleza para enfrentar lo que sea necesario.
Pasos para la oración de intercesión y la batalla espiritual:
- Seguir el primer paso: Conversión y reconciliación con Jesús
- Permanecer en gracia de Dios: Cumplir con los mandamientos de Dios y de la Santa Iglesia Católica.
- Oración constante: Mantener una conversación constante con Dios.
- Rezar desde el corazón: Hacer nuestras las oraciones, como el Padre Nuestro, el Ave María y el Santo Rosario.
- Hacer ayuno y ofrecer sacrificios: Ofrecer actos de reparación por nosotros y por el cónyuge ausente, por familiares, por nuestros hijos.
- Jornadas de oración por la unidad familiar: Rezar por la restauración y la paz del hogar.
- Perdonar las ofensas: Liberar nuestro corazón de cualquier resentimiento.
- Frecuentar los sacramentos: Participar en la Santa Misa y la adoración al Santísimo.
- Realizar obras de misericordia: Ya sean corporales o espirituales, siempre en beneficio de los demás.
- Instruirse en la fe: Estudiar la Biblia, el catecismo y las enseñanzas de los santos.
- Asistir a retiros y talleres espirituales: Buscar momentos para fortalecer nuestra vida de fe.
- Buscar un director espiritual o confesor: Tener un guía que nos acompañe en nuestra vida espiritual.
- Ser fiel a Dios y a la Iglesia: Obedecer, servir y mantener una actitud humilde.
- Cuidar de tu cuerpo, alma y mente: Desarrollar tus talentos y dedicar tiempo a tu crecimiento personal y espiritual
Recuerda que estos momentos de oración e intercesión, aunque difíciles, son oportunidades para que Dios moldee tu vida, preparándote para recibir Su bendición. Los días buenos y malos serán parte del camino, pero con cada paso, estarás más cerca de la restauración que Dios tiene preparada para tu matrimonio y tu familia.
Las cosas que debemos evitar:
- No caer en la tentación de la soberbia, buscando solucionar por nosotros mismos lo que solo Dios puede hacer.
- Evitar caer en pecado o en las ocasiones de pecar.
- No desesperarse ni criticar o quejarse del cónyuge o de la situación, como si Dios no quisiera la restauración.
- Evitar compartir con personas que no creen en la restauración de tu matrimonio, pues sus malos consejos pueden desalentar tu fe.
- No buscar soluciones fuera de Dios, como adivinación, brujería, espiritismo, etc., ya que esto abre puertas al maligno y nos aleja de la verdadera sanación.
Recuerda: La lucha no es contra tu cónyuge, sino contra las fuerzas espirituales que atacan el corazón. Como nos enseña la Palabra de Dios:
“No estamos luchando contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.” (Efesios 6,12)
Que esta batalla espiritual te lleve a confiar plenamente en el poder de Dios para restaurar tu matrimonio y tu hogar. ¡Con Él, todo es posible!